martes, 25 de noviembre de 2008

Mi hipoteca es de 1.300 euros y voy a cobrar menos de 900

De tener tres trabajos encadenados, entre los que apenas le quedaba tiempo para ver a sus tres hijos, Vilma Rodríguez ha pasado a sufrir la recesión en sus carnes. El pasado julio sufrió un accidente en el restaurante en el que era cajera y tras coger la baja la despidieron en octubre. El dolor en la espalda le obligó también a dejar el bar en el que tenía un contrato de tres meses y la señora cuya casa limpiaba se ha ido a vivir con su hija.

"Ahora llevo dos meses intentando por todos los medios encontrar un trabajo y me está resultando imposible. No hay nada de nada, abres el periódico y solo encuentras anuncios de gente que busca lo mismo que tú". Para esta mujer ecuatoriana de 46 años, acostumbrada a no parar en todo el día, y bregar con la vida, esta situación resulta desesperante: "Necesito un trabajo como el comer, me siento como un parásito, siempre he sido muy independiente", se lamenta.



Ha tenido que vender su casa en Ecuador para poder ir soportando los pagos. Hace un año, cumplió su sueño de comprar un piso en el barrio Universidad. Con una hipoteca que ronda los 1.300 euros al mes, tiembla cuando piensa en los menos de 900 euros mensuales que va a cobrar como subsidio. Ha tocado todos los resortes que conoce para salir del bache. Ayer mismo, en una empresa de trabajo temporal la citaron para una entrevista el 19 de noviembre. "Y yo, hasta entonces, ¿qué hago?", se pregunta en voz alta. Ya no sabe qué más hacer.

Llegó a Zaragoza hace 5 años y 10 meses junto con sus tres hijos, dos hijas mayores que tienen 19 y 17 años y un chaval de 11. Tenía aquí familia. "Vine sin papeles, solo con una invitación de los míos, pero con mis hijos, porque sin ellos no soy nadie. Me ofrecían ayudarme en el viaje a mí sola, pero hasta que no pudimos volar los cuatro no di el paso", recuerda todavía emocionada.

A los 14 días de pisar territorio español ya estaba por la noches en una residencia. Dos veces le denegaron la regularización, que se hizo realidad en 2005. Desde entonces, no ha sabido lo que significa descansar. Por ello agradece a sus hijos, sobre todo a las dos "chicas mayores", las responsabilidades que han asumido desde adolescentes. "Había una época al principio en que tenía que darles la bolsa de ropa sucia en la parada del autobús a la que venían a verme cuando iba de un sitio a otro corriendo".

En su país era maestra de Secundaria en un instituto, impartía clases de Comercio y Administración. Estuvo vinculada a la política como militante del Partido Social Cristiano, pero una vez en España no ha tenido tiempo para poco más que trabajar.

El panorama tampoco es más halagüeño para un familiar que ahora vive con ella e intenta colocarse en la hostelería. "En mi entorno le está ocurriendo lo mismo a muchos conocidos, antes en un mes siempre conseguías algo, pero ahora parece una utopía, la situación se ha tornada muy difícil", reconoce con pesar.

Sabe lo que es luchar duro. Como principal aval pone sobre la mesa su currículo: "En los empleos siempre piden experiencia y yo la tengo, he hecho trabajos en muchos sitios. Algo me tiene que salir, aunque la verdad es que ahora me parece muy complicado". Aún no ha perdido la esperanza.

Fuente: Heraldo.es

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